La verdad es que nunca me han gustado las despedidas, para
ser franco, siempre he preferido marcharme sin decir adiós; sin embargo, esta
vez lo haré distinto, pues a final de cuentas tengo tantas cosas que decirte, y
muchas más que agradecerte.
Esta vez me toca aceptar que a pesar de todos los momentos
que vivimos, es necesario este final, desafortunadamente en el corazón no se
manda, y a pesar de mis esfuerzos, de todo este amor que te daba,
simplemente no pudiste enamorarte de mí, no hubo manera de que me pudieras
amar.
No te culpo, ni te reprocho nada, ni mucho menos me atrevo a
insistir, prefiero mantener intacta mi dignidad y todos esos bellos recuerdos
que me llevo de ti.
No todos los finales tienen que terminar en orgullo, enojo y
desesperanza, hay personas que llegan a nuestra vida para llenarnos de luz, de
calma, cumplen su cometido y después se marchan.
Me gusta creer que eso fuiste para mí, pues no puedo negar
que me enseñaste tanto, que me ayudaste a crecer, a percibir la realidad de un
modo distinto al que yo lo solía ver.
No puedo negar que mi pecho se oprime al decirte adiós, pero
a pesar de que te digo adiós, no me quedo con el corazón roto, ni guardo
rencor; por el contrario dejas un corazón agradecido, mucho más fortalecido.
Guardo para ti los mejores deseos, que sea dichosa tu
suerte, que cumplas tus sueños, que la vida te regale sonrisas y amor
frecuente.
Solo te pido, que de vez en cuando y con cariño pienses en
mí, créeme que por mi parte, será siempre así.
Sin más que agregar, solo queda decir; buena suerte, fue un
placer conocerte...